El evento le habla a un auditorio lleno como pocas veces, atento como pocas veces, expectante, pleno de reflexión.
Frente al silencio que espera la palabra que viene, resulta que Miriam Grynberg nos obliga a hacernos presentes para escucharnos a través de esa palabra suya que escuchó lo no dicho en otros tiempos, y que nos trae al presente para pensar al ser humano a partir de las huellas del ayer. Su palabra, junto con la de muchos, anuncia a nuestra generación tiempos de reparación posible para la humanidad. Repara el exceso traumático de silencio entre generaciones que solo hereda la ausencia de palabras, que ella convierte en escucha y de ahí en un enormemente sensible trabajo de pensamiento y con algo de suerte, en algo de esperanza de cura al pasar al campo de lo pensable, de lo simbólico.
Resulta, nos cuenta, que esas huellas de la memoria, sí han dejado un rastro que dejan un camino. Y hay quienes, valientes, se lanzan al seguirlo, a descubrirlo. Se requiere de valentía, porque el terreno es el terreno del horror no inscrito.
Para resolver un crimen, se requiere de un detective. Para resolver la negación del crimen, dentro del crimen mismo, ¿a un@ psicoanalista? En el terror no se piensa. Este es el éxito final del criminal, más aún si su éxito es transgeneracional.
El horror inscrito en las generaciones, a manera de lo no representado de la experiencia y de los huecos de memoria, trata del objeto no investido, -no importa ya si bueno o malo-, importa que se trata de aquello por completo inanimado, indiferente.
Y ésta pérdida, ¿es siquiera elaborable?, ¿Es pensable tal nivel de destructividad?, ¿Nos es posible este restablecimiento de integridad ética? Es una marca que se transmitió en negativo.
El Dr. Juan Vives nos hace recordar de una manera contundente que no hablamos de una violencia que esté ubicada en el allá y entonces, sino que más allá de los cientos de litros de tinta y de kilos/toneladas de papel utilizado buscando elaborar este trauma, -paradigmático de tantos otros-, que no se da abasto nunca en una sola generación, y que es solo una muestra de la necesidad de los urgentes lazos que hay que restablecer entre la vivencia y su representación; y que junto con esa urgencia, aparece también aquella de sabernos vulnerables en dos puntos particulares, el de la dulzura que nos provoca la sensación de poder al cosificar al semejante, y el de la segunda gran tentación del olvido: saber que no somos ángeles caídos, sino orangutanes.
Quisiera poder repetir aquí el contenido de diferencias de criterios y de las múltiples felicitaciones en todas direcciones. También el cariño, y el tono afectivo de intimidad y cercanía del encuentro, pero eso ya le tocará saborearlo a quien quiera compartir cuando se tenga la fortuna de recrear algo así, esperemos, en un tiempo y con una voz cercana.
Sabina Alazraki
Difusión Psimef