jueves, 18 de julio de 2013

FORMACIÓN ANALÍTICA: VOCACIÓN Y PASIÓN POR EL PSICOANÁLISIS


Mónica López Peñafiel


El presente trabajo es una reflexión personal acerca de todo lo que implica para mí formarse como psicoanalista.
Sin duda, es una decisión difícil de tomar si uno está consciente del compromiso que esto implica; y no me refiero a lo que comúnmente se escucha entre los candidatos, que tiene que ver con el tiempo que hay que invertir en los seminarios, las supervisiones, el análisis personal; el trabajo excesivo que se requiere, las distancias que hay que recorrer en esta ciudad tan complicada, y desde luego, el costo económico que tiene la formación analítica. Todo esto es cierto y requiere de un gran esfuerzo llevarlo a cabo. Sin embargo, tengo la impresión de que muchos analistas en formación, a veces no se dan cuenta del compromiso interno que implica ser psicoanalista y del enorme trabajo psíquico que hay que hacer para lograrlo.

Es común escuchar entre los candidatos quejas constantes por tener que ir a análisis varias veces por semana y por tener que cubrir determinadas horas de supervisión; incluso se observa un importante desinterés por asistir a los seminarios cada semana. Sin mencionar la apatía y el poco entusiasmo por los eventos científicos, para presentar trabajos en los congresos y hasta en lo que se refiere a eventos sociales, cuyo único objetivo es divertirse y convivir.
En ocasiones parecería que es un verdadero martirio la formación. Y es cuando uno se pregunta: ¿Para qué nos estaremos formando como psicoanalistas? ¿Realmente habrá dentro de nosotros una vocación para ser psicoanalistas? ¿Cuáles serán las motivaciones conscientes e inconscientes que nos llevaron a elegir esta difícil profesión? ¿Porqué lo que se siente muchas veces en el ambiente es un enorme sufrimiento en vez de un disfrute y una gran satisfacción de que se está llevando a cabo lo que supuestamente uno más anhela? ¿Dónde está la pasión que es absolutamente indispensable en esta disciplina para poder adentrarnos en lo más profundo de nuestro ser y para poder acompañar a nuestros pacientes en esta experiencia de vida única e irrepetible que es el análisis? ¿Qué estará pasando con los análisis de los candidatos que se encuentran tan desmotivados? ¿Podrá alguien que no se compromete totalmente con su formación llegar a ser psicoanalista?

Desde luego, no todo el mundo tiene la obligación de realizar un intenso y exhaustivo trabajo psíquico, pero alguien que desea ser psicoanalista sí tiene esa obligación y debería asumir ese compromiso. El instrumento de trabajo del analista es su propia persona, su mundo interno, su inconsciente; y creo que si alguien no está convencido, o no desea, o no puede, por la razón que sea, adentrarse en las profundidades de su inconsciente y comprometerse internamente con su proceso de formación y de análisis, no debería formarse para ser psicoanalista, ya que difícilmente lo podrá lograr, y estará, entonces sí, invirtiendo demasiado tiempo y esfuerzo en algo que no tiene ningún sentido. Y a lo mejor eso es lo que a veces se observa en los institutos de psicoanálisis, candidatos que no tienen idea de cuál es el sentido de tanto esfuerzo.
Para Brodbeck (2008) la efectividad de la práctica y la técnica analítica, depende de manera esencial de la capacidad personal del analista. Es la persona y su relación con el inconsciente lo que conforma una parte importante de la muy personal habilidad del analista.
Reich (1967) afirma que el analista debe de estar libre de inhibiciones y debe de poseer además un "don especial". Este don especial tiene que ver con lo que yo llamaría "vocación analítica".
Siempre recuerdo las palabras de André Green cuando vino a México hace algunos años; él afirmaba convencido que el haber realizado una formación analítica y haber recibido el título de psicoanalista, no te convertía necesariamente en psicoanalista. No podría estar más de acuerdo con ésta afirmación.

Todo esto me lleva a pensar: ¿Qué estará pasando con la transmisión del psicoanálisis? ¿Porqué se estará perdiendo esa pasión y ese interés por ese legado tan maravilloso que nos dejó Freud? ¿Porqué estará dándose una especie de huída hacia una infinidad de técnicas más prácticas y sencillas que ya tienen muy poco o nada que ver con el psicoanálisis? ¿Qué podemos hacer nosotros, los futuros analistas para preservar el psicoanálisis y transmitirlo?

No se puede negar que la formación analítica no es nada fácil, es un proceso devastador en muchos sentido pero también fascinante, ya que uno no sólo se forma como psicoanalista, sino también se forma como ser humano, con todo lo que eso implica. La formación analítica es antes que nada una formación para la vida, en donde se pone en juego lo más íntimo de nosotros mismos, nuestras pulsiones, nuestros deseos, nuestra manera de vincularnos con el otro, nuestras fantasías y nuestros miedos más profundos.
Reich (1967) menciona que incluso los preparativos para un viaje, al cual Freud comparó el análisis, tienen gran relación con el viaje mismo y pueden decidir su éxito o su fracaso. Utilizando esta comparación que hace Reich, yo pensaría la formación analítica como el proceso preparatorio para todos los viajes que tendrá que hacer el futuro analista con cada uno de sus pacientes. Así mismo, el candidato se encuentra a lo largo de toda su formación, realizando su propio viaje hacia su inconsciente en compañía de su analista, viaje al que conocemos como análisis didáctico.
El análisis del candidato es, por mucho, la parte más importante de su formación, ya que sólo en el propio análisis uno puede conocer y estar en contacto con su inconsciente a través del análisis de sus sueños, de sus fantasías y por supuesto de la transferencia. Quien no ha vivido la experiencia intensa de la transferencia con su analista, nunca podrá ser psicoanalista.
Es en la transferencia donde se revive la relación del sujeto con sus figuras parentales, y especialmente la ambivalencia pulsional que caracteriza dicha relación; este interesante fenómeno no se da solamente en el análisis personal con el analista, se da también de manera muy particular e intensa dentro de la Institución analítica, con los supervisores, con los maestros y con los compañeros de formación.
Freud (1912) en su ensayo sobre la dinámica de la transferencia afirma que la lucha entre médico y paciente, entre intelecto y vida pulsional, entre discernir y querer actuar, se desenvuelve casi exclusivamente en torno de los fenómenos transferenciales; y que es precisamente en el campo de la transferencia en donde se llevarán a cabo las batallas decisivas por la recuperación de la salud psíquica. Esto mismo va a ocurrir en la formación analítica, en donde de manera constante se tendrán que librar estas batallas internas indispensables para poder llegar a ser psicoanalista.

El estadío que Freud (1908) designa como la novela familiar del neurótico, lo podemos encontrar en las relaciones que se establecen entre los candidatos, con sus analistas, sus supervisores y sus maestros. La formación analítica, así como el análisis didáctico, nos brindan una gran oportunidad para librarnos de los menospreciados padres y hermanos originales, y sustituirlos por otros. Aunque también afirma Freud, con justa razón, que esa sustitución de ambos progenitores o del padre solo, por unas personas más grandiosas, descubre que estos nuevos y más nobles padres están íntegramente dotados por rasgos que provienen de recuerdos reales de los padres inferiores verdaderos, de suerte que el niño en verdad, en este caso, el analista en formación, no elimina al padre, sino que lo enaltece. Este afán de sustituir al padre verdadero por uno más noble, no es sino expresión de la añoranza del niño por la edad dichosa y perdida en que su padre le parecía el hombre más noble y poderoso, y su madre la mujer más bella y amorosa.
Todo esto conlleva, dice Freud, una particularísima actividad fantaseadora que se apodera del tema de las relaciones familiares.
Freud señala, que una notable variante de esta novela familiar consiste en que el héroe fantaseador reclama para sí mismo la legitimidad, a la vez que así elimina por ilegítimos a sus otros hermanos. Estos hermanos y estos padres están representados de manera muy clara en la formación analítica por los pares: compañeros, hermanos y primos analíticos; así como por las figuras paternas de autoridad: analistas, supervisores y maestros, que se convertirán automáticamente en padres, abuelos y tíos analíticos, y jugarán un papel fundamental en el desarrollo del proceso de formación de cualquier candidato.
Pero todo este proceso interno tan importante y tan rico en contenido emocional, no podrá darse si el candidato no se compromete desde lo interno e involucra todo su ser en su formación. Será entonces una formación vacía, sin pasión, sin satisfacción y sin dolor; no será una experiencia humana de vida, sino únicamente una formación académica sin toda la fuerza pulsional de Eros. Y no puede haber psicoanálisis sin libído, sin pasión, sin sexualidad, sin deseo.
Para Nasio (1996) "Formar psicoanalistas es favorecer en ellos la percepción del deseo sexual, allí donde éste se prueba aparentemente inexistente".
Entonces: ¿Cómo podría existir un analista en formación sin pasión por el psicoanálisis?
Desde luego no se puede hablar de "pasión" sin hablar de "pulsión". Freud (1915) en "Pulsiones y destinos de pulsión", afirma que las pulsiones, y no los estímulos exteriores, son los genuinos motores de los progresos que han llevado al sistema nervioso (cuya productividad es infinita) a su actual nivel de desarrollo. Señala que las pulsiones son las que compelen al yo a una actividad hacia el mundo exterior.
Por otra parte Brodbeck (2008) pone especial énfasis en la ansiedad, como fenómeno inevitable que va mano a mano con la formación analítica. Señala que existe un miedo a los otros entre los candidatos; un miedo a un estilo relativamente cruel o severo de discusión dentro de los seminarios.
Candidatos de la Asociación Psicoanalítica Alemana (1997-2003) describieron el ambiente de los seminarios clínicos como un ambiente tenso, amenazador, opresivo y muy cargado de ansiedad. Mencionaron que esta tensión venía de los participantes del grupo más que de los maestros o supervisores.
La impresión de Brodbeck, como candidato de dicha asociación era que los candidatos no siempre hacían las cosas fáciles para sus compañeros y maestros. Señala que existía gran rivalidad entre colegas así como una atmósfera estrictamente demandante, un clima de evaluación constante, miedo a hacer el ridículo, miedo por el colega, miedo a que uno pudiera lastimar a otro candidato con una observación abierta, lo cual desde luego, tenía un efecto inhibitorio en cualquier discusión.
En lo personal, he observado con preocupación a lo largo de mi formación este fenómeno de cuidado excesivo por el otro. Hay una dificultad entre nosotros los candidatos para hablar abiertamente en los seminarios, en las supervisiones, en las juntas clínicas, en las mesas de discusión; hay un cuidado muy particular que se tiene en cada cosa que se va a decir y nunca me ha quedado muy claro el porqué de esta situación, que no lleva más que a una inhibición en el aprendizaje y en la participación activa de todos.
Esa imposibilidad de hablar abiertamente, de expresar nuestras opiniones con libertad, no nos permite enriquecernos mutuamente y limita nuestro crecimiento de una manera realmente lamentable.
Me pregunto si vamos a poder escuchar a nuestros pacientes si no podemos escuchar la opinión abierta de un colega o de un maestro sin sentirnos atacados o juzgados. ¿Cómo vamos a poder ser auténticos y hablar con la verdad a nuestros pacientes si no podemos ser auténticos y hablar abiertamente ni siquiera en nuestro proceso de formación? ¿Estaremos siendo sinceros y auténticos en nuestros análisis personales? ¿Porqué si los candidatos somos personas adultas, supuestamente analizadas, no podemos decirnos las cosas como son y escucharnos con madurez sin tener que comportarnos siempre de manera políticamente correcta para quedar bien quién sabe con quién? ¿No nos damos cuenta del daño que nos hacemos con este comportamiento tan poco genuino y honesto?
Muchos candidatos de los entrevistados en Alemania, afirmaron que deseaban haber tenido el valor y el coraje de expresarse críticamente durante su formación. No dejemos que esto nos suceda también a nosotros.

Por último, coincido con Bleger (2012) en que no existe ni puede existir una formación psicoanalítica perfecta ni una Institución Psicoanalítica ideal, ya que el objeto que tratamos de transmitir, el inconsciente, escapa a toda regulación. Bleger afirma que cada dispositivo, cada modalidad de funcionamiento de la formación de psicoanalistas y de la institución que los agrupa permite y al mismo tiempo obstaculiza esa transmisión.
Sin embargo, para mí la institución ha funcionado en todo momento como una madre suficientemente buena, he encontrado en ella, así como en mi análisis, en mis maestros, en mis supervisores y en muchos de mis compañeros, el holding o sostén indispensables en un proceso tan regresivo y tan intenso como es la formación analítica.
Para Bleger la formación analítica es un recorrido que implica momentos de eventual desorganización, en donde lo que se aprende no es lo más importante, sino el hecho de haber atravesado ese camino. La formación es un proceso, un pasaje que puede volver a activarse a lo largo de la vida de un psicoanalista por más formado que esté.
Los invito a que nos acompañemos en este largo camino reflexionando juntos, pensando juntos con honestidad, siendo auténticos y sinceros con nosotros mismos y con todos los que nos acompañan en este viaje que apenas comienza. Hablemos sin miedo de lo que sentimos y de lo que estamos viviendo como candidatos para poder enriquecernos unos a otros con nuestras experiencias internas. Hagamos crecer esa pasión y esa vocación por el psicoanálisis que seguramente todos los que estamos aquí llevamos dentro, y si no es así, pensemos qué podemos hacer para desarrollarla.
Espero que este ensayo pueda favorecer la reflexión y el diálogo abierto entre todos nosotros.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  • -Bleger,L. (2012). La palabra, no el grado: proceso y cursus en la formación psocoanalítica. En Calibán, Revista Latinoamericana de Psicoanálisis. Vol. 10, No 1. Año 2012. FEPAL.
  • -Brodbeck,H. (2008). Anxiety in Psychoanalytic Training from the candidate’s point of view. Psychoanal. Inquiry. 28: 329-343.
  • -Freud,S. (1908). La Novela Familiar de los Neuròticos. En Obras Completas. Tomo IX. Buenos Aires: Amorrortu, 2000.
  • --Freud,S. (1912). Sobre la dinámica de la Transferencia. En Obras Completas. Tomo XII. Buenos Aires: Amorrortu, 2000.
  • -Freud,S. (1915). Pulsiones y Destinos de Pulsión. En Obras Completas. Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 2000.
  • -Nasio,J.D. (1996). Cómo Trabaja un Psicoanalista. Buenos Aires: Paidós, 2006.
  • -Reich,W. (1967). Análisis del Carácter. Barcelona: Paidós, 2005.


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