Mónica López Peñafiel
El presente trabajo es una
reflexión personal acerca de todo lo que implica para mí formarse
como psicoanalista.
Sin duda, es una decisión
difícil de tomar si uno está consciente del compromiso que esto
implica; y no me refiero a lo que comúnmente se escucha entre los
candidatos, que tiene que ver con el tiempo que hay que invertir en
los seminarios, las supervisiones, el análisis personal; el trabajo
excesivo que se requiere, las distancias que hay que recorrer en esta
ciudad tan complicada, y desde luego, el costo económico que tiene
la formación analítica. Todo esto es cierto y requiere de un gran
esfuerzo llevarlo a cabo. Sin embargo, tengo la impresión de que
muchos analistas en formación, a veces no se dan cuenta del
compromiso interno que implica ser psicoanalista y del enorme trabajo
psíquico que hay que hacer para lograrlo.
Es común escuchar entre los
candidatos quejas constantes por tener que ir a análisis varias
veces por semana y por tener que cubrir determinadas horas de
supervisión; incluso se observa un importante desinterés por
asistir a los seminarios cada semana. Sin mencionar la apatía y el
poco entusiasmo por los eventos científicos, para presentar trabajos
en los congresos y hasta en lo que se refiere a eventos sociales,
cuyo único objetivo es divertirse y convivir.
En ocasiones parecería que es
un verdadero martirio la formación. Y es cuando uno se pregunta:
¿Para qué nos estaremos formando como psicoanalistas? ¿Realmente
habrá dentro de nosotros una vocación para ser psicoanalistas?
¿Cuáles serán las motivaciones conscientes e inconscientes que nos
llevaron a elegir esta difícil profesión? ¿Porqué lo que se
siente muchas veces en el ambiente es un enorme sufrimiento en vez de
un disfrute y una gran satisfacción de que se está llevando a cabo
lo que supuestamente uno más anhela? ¿Dónde está la pasión que
es absolutamente indispensable en esta disciplina para poder
adentrarnos en lo más profundo de nuestro ser y para poder acompañar
a nuestros pacientes en esta experiencia de vida única e irrepetible
que es el análisis? ¿Qué estará pasando con los análisis de los
candidatos que se encuentran tan desmotivados? ¿Podrá alguien que
no se compromete totalmente con su formación llegar a ser
psicoanalista?
Desde luego, no todo el mundo
tiene la obligación de realizar un intenso y exhaustivo trabajo
psíquico, pero alguien que desea ser psicoanalista sí tiene esa
obligación y debería asumir ese compromiso. El instrumento de
trabajo del analista es su propia persona, su mundo interno, su
inconsciente; y creo que si alguien no está convencido, o no desea,
o no puede, por la razón que sea, adentrarse en las profundidades de
su inconsciente y comprometerse internamente con su proceso de
formación y de análisis, no debería formarse para ser
psicoanalista, ya que difícilmente lo podrá lograr, y estará,
entonces sí, invirtiendo demasiado tiempo y esfuerzo en algo que no
tiene ningún sentido. Y a lo mejor eso es lo que a veces se observa
en los institutos de psicoanálisis, candidatos que no tienen idea de
cuál es el sentido de tanto esfuerzo.
Para Brodbeck (2008) la
efectividad de la práctica y la técnica analítica, depende de
manera esencial de la capacidad personal del analista. Es la persona
y su relación con el inconsciente lo que conforma una parte
importante de la muy personal habilidad del analista.
Reich (1967) afirma que el
analista debe de estar libre de inhibiciones y debe de poseer además
un "don especial". Este don especial tiene que ver con lo
que yo llamaría "vocación analítica".
Siempre recuerdo las palabras
de André Green cuando vino a México hace algunos años; él
afirmaba convencido que el haber realizado una formación analítica
y haber recibido el título de psicoanalista, no te convertía
necesariamente en psicoanalista. No podría estar más de acuerdo con
ésta afirmación.
Todo esto me lleva a pensar:
¿Qué estará pasando con la transmisión del psicoanálisis?
¿Porqué se estará perdiendo esa pasión y ese interés por ese
legado tan maravilloso que nos dejó Freud? ¿Porqué estará dándose
una especie de huída hacia una infinidad de técnicas más prácticas
y sencillas que ya tienen muy poco o nada que ver con el
psicoanálisis? ¿Qué podemos hacer nosotros, los futuros analistas
para preservar el psicoanálisis y transmitirlo?
No se puede negar que la
formación analítica no es nada fácil, es un proceso devastador en
muchos sentido pero también fascinante, ya que uno no sólo se forma
como psicoanalista, sino también se forma como ser humano, con todo
lo que eso implica. La formación analítica es antes que nada una
formación para la vida, en donde se pone en juego lo más íntimo de
nosotros mismos, nuestras pulsiones, nuestros deseos, nuestra manera
de vincularnos con el otro, nuestras fantasías y nuestros miedos más
profundos.
Reich (1967) menciona que
incluso los preparativos para un viaje, al cual Freud comparó el
análisis, tienen gran relación con el viaje mismo y pueden decidir
su éxito o su fracaso. Utilizando esta comparación que hace Reich,
yo pensaría la formación analítica como el proceso preparatorio
para todos los viajes que tendrá que hacer el futuro analista con
cada uno de sus pacientes. Así mismo, el candidato se encuentra a lo
largo de toda su formación, realizando su propio viaje hacia su
inconsciente en compañía de su analista, viaje al que conocemos
como análisis didáctico.
El análisis del candidato es,
por mucho, la parte más importante de su formación, ya que sólo en
el propio análisis uno puede conocer y estar en contacto con su
inconsciente a través del análisis de sus sueños, de sus fantasías
y por supuesto de la transferencia. Quien no ha vivido la experiencia
intensa de la transferencia con su analista, nunca podrá ser
psicoanalista.
Es en la transferencia donde
se revive la relación del sujeto con sus figuras parentales, y
especialmente la ambivalencia pulsional que caracteriza dicha
relación; este interesante fenómeno no se da solamente en el
análisis personal con el analista, se da también de manera muy
particular e intensa dentro de la Institución analítica, con los
supervisores, con los maestros y con los compañeros de formación.
Freud (1912) en su ensayo
sobre la dinámica de la transferencia afirma que la lucha entre
médico y paciente, entre intelecto y vida pulsional, entre discernir
y querer actuar, se desenvuelve casi exclusivamente en torno de los
fenómenos transferenciales; y que es precisamente en el campo de la
transferencia en donde se llevarán a cabo las batallas decisivas por
la recuperación de la salud psíquica. Esto mismo va a ocurrir en la
formación analítica, en donde de manera constante se tendrán que
librar estas batallas internas indispensables para poder llegar a ser
psicoanalista.
El estadío que Freud (1908)
designa como la novela familiar del neurótico, lo podemos encontrar
en las relaciones que se establecen entre los candidatos, con sus
analistas, sus supervisores y sus maestros. La formación analítica,
así como el análisis didáctico, nos brindan una gran oportunidad
para librarnos de los menospreciados padres y hermanos originales, y
sustituirlos por otros. Aunque también afirma Freud, con justa
razón, que esa sustitución de ambos progenitores o del padre solo,
por unas personas más grandiosas, descubre que estos nuevos y más
nobles padres están íntegramente dotados por rasgos que provienen
de recuerdos reales de los padres inferiores verdaderos, de suerte
que el niño en verdad, en este caso, el analista en formación, no
elimina al padre, sino que lo enaltece. Este afán de sustituir al
padre verdadero por uno más noble, no es sino expresión de la
añoranza del niño por la edad dichosa y perdida en que su padre le
parecía el hombre más noble y poderoso, y su madre la mujer más
bella y amorosa.
Todo esto conlleva, dice
Freud, una particularísima actividad fantaseadora que se apodera del
tema de las relaciones familiares.
Freud señala, que una notable
variante de esta novela familiar consiste en que el héroe
fantaseador reclama para sí mismo la legitimidad, a la vez que así
elimina por ilegítimos a sus otros hermanos. Estos hermanos y estos
padres están representados de manera muy clara en la formación
analítica por los pares: compañeros, hermanos y primos analíticos;
así como por las figuras paternas de autoridad: analistas,
supervisores y maestros, que se convertirán automáticamente en
padres, abuelos y tíos analíticos, y jugarán un papel fundamental
en el desarrollo del proceso de formación de cualquier candidato.
Pero todo este proceso interno
tan importante y tan rico en contenido emocional, no podrá darse si
el candidato no se compromete desde lo interno e involucra todo su
ser en su formación. Será entonces una formación vacía, sin
pasión, sin satisfacción y sin dolor; no será una experiencia
humana de vida, sino únicamente una formación académica sin toda
la fuerza pulsional de Eros. Y no puede haber psicoanálisis sin
libído, sin pasión, sin sexualidad, sin deseo.
Para Nasio (1996) "Formar
psicoanalistas es favorecer en ellos la percepción del deseo sexual,
allí donde éste se prueba aparentemente inexistente".
Entonces: ¿Cómo podría
existir un analista en formación sin pasión por el psicoanálisis?
Desde luego no se puede hablar
de "pasión" sin hablar de "pulsión". Freud
(1915) en "Pulsiones y destinos de pulsión", afirma que
las pulsiones, y no los estímulos exteriores, son los genuinos
motores de los progresos que han llevado al sistema nervioso (cuya
productividad es infinita) a su actual nivel de desarrollo. Señala
que las pulsiones son las que compelen al yo a una actividad hacia el
mundo exterior.
Por otra parte Brodbeck (2008)
pone especial énfasis en la ansiedad, como fenómeno inevitable que
va mano a mano con la formación analítica. Señala que existe un
miedo a los otros entre los candidatos; un miedo a un estilo
relativamente cruel o severo de discusión dentro de los seminarios.
Candidatos de la Asociación
Psicoanalítica Alemana (1997-2003) describieron el ambiente de los
seminarios clínicos como un ambiente tenso, amenazador, opresivo y
muy cargado de ansiedad. Mencionaron que esta tensión venía de los
participantes del grupo más que de los maestros o supervisores.
La impresión de Brodbeck,
como candidato de dicha asociación era que los candidatos no siempre
hacían las cosas fáciles para sus compañeros y maestros. Señala
que existía gran rivalidad entre colegas así como una atmósfera
estrictamente demandante, un clima de evaluación constante, miedo a
hacer el ridículo, miedo por el colega, miedo a que uno pudiera
lastimar a otro candidato con una observación abierta, lo cual desde
luego, tenía un efecto inhibitorio en cualquier discusión.
En lo personal, he observado
con preocupación a lo largo de mi formación este fenómeno de
cuidado excesivo por el otro. Hay una dificultad entre nosotros los
candidatos para hablar abiertamente en los seminarios, en las
supervisiones, en las juntas clínicas, en las mesas de discusión;
hay un cuidado muy particular que se tiene en cada cosa que se va a
decir y nunca me ha quedado muy claro el porqué de esta situación,
que no lleva más que a una inhibición en el aprendizaje y en la
participación activa de todos.
Esa imposibilidad de hablar
abiertamente, de expresar nuestras opiniones con libertad, no nos
permite enriquecernos mutuamente y limita nuestro crecimiento de una
manera realmente lamentable.
Me pregunto si vamos a poder
escuchar a nuestros pacientes si no podemos escuchar la opinión
abierta de un colega o de un maestro sin sentirnos atacados o
juzgados. ¿Cómo vamos a poder ser auténticos y hablar con la
verdad a nuestros pacientes si no podemos ser auténticos y hablar
abiertamente ni siquiera en nuestro proceso de formación? ¿Estaremos
siendo sinceros y auténticos en nuestros análisis personales?
¿Porqué si los candidatos somos personas adultas, supuestamente
analizadas, no podemos decirnos las cosas como son y escucharnos con
madurez sin tener que comportarnos siempre de manera políticamente
correcta para quedar bien quién sabe con quién? ¿No nos damos
cuenta del daño que nos hacemos con este comportamiento tan poco
genuino y honesto?
Muchos candidatos de los
entrevistados en Alemania, afirmaron que deseaban haber tenido el
valor y el coraje de expresarse críticamente durante su formación.
No dejemos que esto nos suceda también a nosotros.
Por último, coincido con
Bleger (2012) en que no existe ni puede existir una formación
psicoanalítica perfecta ni una Institución Psicoanalítica ideal,
ya que el objeto que tratamos de transmitir, el inconsciente, escapa
a toda regulación. Bleger afirma que cada dispositivo, cada
modalidad de funcionamiento de la formación de psicoanalistas y de
la institución que los agrupa permite y al mismo tiempo obstaculiza
esa transmisión.
Sin embargo, para mí la
institución ha funcionado en todo momento como una madre
suficientemente buena, he encontrado en ella, así como en mi
análisis, en mis maestros, en mis supervisores y en muchos de mis
compañeros, el holding o sostén indispensables en un proceso tan
regresivo y tan intenso como es la formación analítica.
Para Bleger la formación
analítica es un recorrido que implica momentos de eventual
desorganización, en donde lo que se aprende no es lo más
importante, sino el hecho de haber atravesado ese camino. La
formación es un proceso, un pasaje que puede volver a activarse a lo
largo de la vida de un psicoanalista por más formado que esté.
Los invito a que nos
acompañemos en este largo camino reflexionando juntos, pensando
juntos con honestidad, siendo auténticos y sinceros con nosotros
mismos y con todos los que nos acompañan en este viaje que apenas
comienza. Hablemos sin miedo de lo que sentimos y de lo que estamos
viviendo como candidatos para poder enriquecernos unos a otros con
nuestras experiencias internas. Hagamos crecer esa pasión y esa
vocación por el psicoanálisis que seguramente todos los que estamos
aquí llevamos dentro, y si no es así, pensemos qué podemos hacer
para desarrollarla.
Espero que este ensayo pueda
favorecer la reflexión y el diálogo abierto entre todos nosotros.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- -Bleger,L. (2012). La palabra, no el grado: proceso y cursus en la formación psocoanalítica. En Calibán, Revista Latinoamericana de Psicoanálisis. Vol. 10, No 1. Año 2012. FEPAL.
- -Brodbeck,H. (2008). Anxiety in Psychoanalytic Training from the candidate’s point of view. Psychoanal. Inquiry. 28: 329-343.
- -Freud,S. (1908). La Novela Familiar de los Neuròticos. En Obras Completas. Tomo IX. Buenos Aires: Amorrortu, 2000.
- --Freud,S. (1912). Sobre la dinámica de la Transferencia. En Obras Completas. Tomo XII. Buenos Aires: Amorrortu, 2000.
- -Freud,S. (1915). Pulsiones y Destinos de Pulsión. En Obras Completas. Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 2000.
- -Nasio,J.D. (1996). Cómo Trabaja un Psicoanalista. Buenos Aires: Paidós, 2006.
- -Reich,W. (1967). Análisis del Carácter. Barcelona: Paidós, 2005.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario