martes, 28 de octubre de 2014

Homenaje a la Dra. Estela Galván Remus



Este pasado 27 de septiembre se celebró el homenaje a la Dra. Estela Galván Remus, una de las figuras más importantes y fundadora de nuestra Asociación. Contamos con la participación de los doctores Eduardo Dallal, Juan Vives, María Luis Rodríguez y la Mtra. Delia Hinojosa como coordinadora del evento.

En la primera parte, se presentaron trabajos alusivos a la Feminidad y el Psicoanálisis y posteriormente se dio un espacio para que el público platicara experiencias y realizara comentarios.

En la tercera parte, se tuvo un emotivo espacio para la familia, en donde se realizaron comentarios, se presentó un video con anécdotas y otro con fotografías de la doctora y su familia.

Posteriormente, la Mesa Directiva, las doctoras Ruth Axelrod, Rosa Corzo y la Mtra. Delia Hinojosa; entregaron el reconocimiento Honoris Causa a la Dra. Estela Remus.

Estela Galván de Remus
Estela Remus, Estela Galván de Remus, Estela Galván; son varias de las formas de nombrar a nuestra querida pionera del psicoanálisis, miembro fundador de la Asociación Psicoanalítica Mexicana, punta de lanza en el estudio y tratamiento psicoanalítico de niños y muchas más cosas que quedan perdidas entre anécdotas, recuerdos más o menos deshilachados e historia de una vida, una pareja y una institución. Pero lo más importante es que, para nosotros, los que hemos sido consecuencia de aquellos aguerridos e inquietos fundadores, ella siempre ha sido y será Estelita. Y no es casual el cariñoso apelativo con el que nos hemos acostumbrado a referirnos a ella a tal grado que otra forma de nombrarla ya nos sonaría francamente distónico: Estelita contiene un cálido diminutivo en el que están telescopiados muchos factores. Entre otros, uno de los más importantes es que con el término Estelita se ha venido a significar que en ella hemos llegado a ver una suerte de madre histórica, por no decir, mítica, de la A.P.M.
En este acto de homenaje y tardía justicia para quien fue y sigue siendo una figura que representa uno de los pilares de nuestra agrupación psicoanalítica, entendemos que esta tardanza es significativa porque son polvos de viejos lodos, de muchas de aquellas dificultades que nuestra querida Estelita tuvo que afrontar y vencer en una agrupación constituida casi exclusivamente por hombres quienes, de manera curiosa, eran todos huérfanos -más o menos tempranos- de padre. Estelita Remus, junto con Ruth Castañeda, esposa de Santiago Ramírez, fueron como dos columnas y estructuras continentes que ayudaron mucho a que sus hombres no se destazaran en sus luchas por la hegemonía y el poder, por la gloria de ser los primeros en algo o por llevarse algún título de probada notoriedad. Pienso que ellas lograron que la Asociación se organizara como una fratria, como un conjunto de hermanos que pactaron por el esfuerzo común y un acuerdo tácito que impedía que alguien ostentara una clara hegemonía, con las ventajas y desventajas que ello ha venido significando en la historia de nuestra asociación. De la misma forma, esto explica que, dentro de la siempre respetada columna vertebral que significa la obra de Freud, haya existido una convivencia de perspectivas: el enfoque kleiniano de los que se formaron en la Argentina, la psicología del Yo de los que provenían de los Estados Unidos y el enfoque francés de quieres se formaron en París.
Estelita y Ruth fueron una suerte de solución buffer -uso la palabra utilizada por la propia Estelita- quienes tuvieron la virtud de atenuar la virulencia de ciertas luchas, un tanto rituales, entre aquellos machos alfa sedientos de hegemonía pero con una pasión aún mayor y más importante por el psicoanálisis y con una tenacidad a prueba de todo para introducir la disciplina de Freud en México. Fueron años de esfuerzo, de lucha en contra de todas las resistencias que opusieron a doctrinas tan revolucionarias como el psicoanálisis, tanto las sociedades médicas, como los otrora colegas que ya se habían constituido como analistas alrededor de Erich Fromm, así como las resistencias de la sociedad en general.
Estelita proviene de una familia acostumbrada a una vida de estudio y esfuerzo. Su madre que había estudiado para partera seguramente instiló en el alma de Estelita el germen de la asistencia en el alumbramiento, de venerable tradición socrática, así como la necesidad de ayudar a los demás a dar a luz sus ideas, emociones y conflictos; también una hermana fue inoculada con el virus de ideas parecidas pues se dedicó a la enseñanza y la poesía. El caso es que Estelita ingresó a la Facultad de Química de la gloriosa y nunca superada U.N.A.M. y desde sus años de estudio supo combinar la dedicación a las probetas con el cultivo del Eros, pues ya en el tercer año de su carrera se hizo novia de un inquieto joven que respondía al nombre de José Remus Araico con quien pronto compartió algo más que transportes amorosos, siendo siempre una fiel y asidua colaboradora en diversas investigaciones tanto de Medicina, Farmacología como en Medicina Tropical, para graduarse, finalmente, en 1945. Luego de haber finalizado sus estudios formales, Estelita y José Remus se fueron al servicio social médico del segundo, instalándose en Atoyac de Álvarez, en la muy brava Costa Grande de Guerrero, estancia que se prologó por más de tres años y de la que regresaron con una experiencia fundamental en el ejercicio de sus respectivas profesiones, así como con sus dos primeros hijos. En dicha comunidad ejercieron la medicina y el laboratorio de análisis clínicos codo con codo con el fin de ahorrar lo suficiente para irse al extranjero y hacer su anhelada formación psicoanalítica. Al término de esos años, y luego de descartar por diversos motivos las posibilidades de formarse en París o en los Estados Unidos, decidieron seguir a sus compañeros que se les habían adelantado y se instalaron en Buenos Aires.
La tesis con la que se recibió Estela Galván fue un estudio sobre la Vitamina B 6. Se nota que ya desde entonces el seis era su número cabalístico, pues también fueron seis los que, con ella, formaron el núcleo duro del grupo de estudios que, alrededor del Dr. González Enríquez, se dedicaban febrilmente a leer y desentrañar los pocos y raros textos de Freud que podían hallar. González Enríquez era quien les prestaba aquellos viejos libros de una editorial pirata -la editorial Iztaccíhuatl- , pero que fue la primera en difundir la obra de Sigmund Freud en México. Al primerísimo grupo de Santiago Ramírez, Ramón Parres y José Luis González, pronto se sumarían José Remus, Avelino González y Rafael Barajas, sexteto de brillantes estudiosos de la neurología y la psiquiatría, grupúsculo paridor de la idea de formar una camarilla para aprender primero e introducir después las ideas psicoanalíticas en tierra azteca (la inclusión de Alfredo Namnum, que se había ido a los Estados Unidos, fue posterior). Obviamente, orbitando dicho club de Tobi, la presencia de Estelita Galván, esposa de José Remus y Ruth Castañeda, esposa de Santiago Ramírez, resultó de fundamental importancia pues fueron las protectoras del fuego y del hogar, además de que sirvieron de garantes para que las ansiedades homosexuales del grupo no llegaran a manifestarse con demasiada brusquedad.
No sé bien cómo, pero lo cierto es que Estelita supo combinar sus intereses académicos con su vida de pareja y su devoción por su familia. Quienes hemos tenido la fortuna de haber sido invitados a alguno de los cumpleaños que la familia Remus organizara alrededor de sus mayores, hemos constatado la cohesión de esa hermosa familia, el amor que siempre les han dispensado y la atmósfera de cariño, tolerancia, lealtad y capacidad de contención que priva entre ellos. No es raro, entonces, entender el papel que Estelita ha jugado en nuestra agrupación, una suerte de madre arquetípica, de figura buena y comprensiva, siempre tratando de que la sangre no llegue al río y haciendo hasta lo imposible por preservar las formas cordiales y las soluciones posibles.
Por otra parte, la vida psicoanalítica de Estelita no fue fácil en los inicios del grupo formado por aquellos seis pioneros. La estructura del primer grupo era particularmente conservadora en lo societario a la vez que escandalosamente revolucionaria en su audaz penetración de la aún muy gazmoña ciudadanía de la ciudad de México. El hecho es que Estelita, habiendo sido aceptada con la amplitud de miras que en aquel entonces tenía la Asociación Psicoanalítica Argentina para quien Estela estaba perfectamente calificada para ingresar a la formación analítica, y habiendo estado en análisis didáctico, primero con Matilde Rascovsky y luego cuatro años con la legendaria Marie Langer -la Mimi- , y de haber supervisado con analistas tan eminentes como Racker y Pichón-Rivière, de haberse iniciado en los secretos del psicoanálisis de niños de la mano de Arminda -la Negra- Aberastury, y de haber estado participando -junto con su marido y Carlos Plata- en grupos de psicoterapia para pacientes psicóticos, en un programa que organizó Enrique Pichón-Rivière en el Hospicio de las Mercedes, ocurrió que a la hora del regreso aún no había completado todos los requerimientos de su formación. De esta suerte, por el hecho de haberle faltado un par de supervisiones cuando José Remus decidió que era hora de regresar a México con sus compañeros para formar el primer núcleo de lo que sería primero el Grupo de Estudios de 1955 y luego la Asociación Psicoanalítica Mexicana, en 1957, componente ya de la IPA, por esta falta no fue aceptada inicialmente dentro de la Asociación y fue obligada -literalmente- a cursar Psicología, lo que hizo en la Universidad Iberoamericana y tuvo que cumplir con sus reglamentarias supervisiones que culminaron con Santiago Ramírez y con Avelino González. Finalmente, fue aceptada dentro del primer grupo, llamado de los colados, junto con Luis Féder, Fernando Césarman, Francisco González Pineda, Carlos Corona y alguien más. El epíteto de colados habría de gravitar durante mucho tiempo en la historia de estos psicoanalistas que, no hay que olvidarlo, fueron fundadores de nuestra A.P.M. y firmantes de su acta constitutiva inaugural.
Lamentablemente, Ruth Castañeda pronto se desligó del grupo y su nombre fue borrado y olvidado dentro de la historia de nuestros inicios. Pero Estelita, más constante y con una paciencia a prueba de cualquier contingencia, persistió y ha sido un factor de primera magnitud en la consolidación de nuestra agrupación, así como factor de cohesión y reparación en los momentos en los que nuestra Asociación ha enfrentado movimientos de escisión. Desde su inserción como fundadora de la A.P.M. trabajó con ahínco y amor por la camiseta. Estelita recuerda, de aquellos primero tiempos, que “siempre hubo en todos, como norma básica, el cuidado de los candidatos ya regulares que siguieron, así como el constante estudio para estar al tanto de las nuevas corrientes de pensamiento”. (Dupont M., M.A., 1997, p. 227), así como su lealtad a la Asociación capeando temporales, siempre sobreponiéndose a los momentos de infortunio y con una energía a toda prueba a favor de la A.P.M. Todos hemos sido testigos de la actitud de Estelita durante esos enfrentamientos, siempre traumáticos y dolorosos: ella ha sido siempre conciliadora, ha opinado invariablemente teniendo en la mente el beneficio de nuestra Asociación y ha destilado, siempre, un auténtico amor hacia todos y cada uno de los retoños que salieron de aquel aguerrido grupo inaugural.
Esto no ha impedido que haya expresado su punto de vista crítico sobre el funcionamiento y dinámica de nuestra agrupación y que haya señalado, de manera pertinente y en su momento, la cerrazón y rigideces que han impedido un mayor avance y mayor armonía. Así opinó cuando advirtió que, con la llegada de Alfredo Namnum, el Instituto se había rigidizado, lo que perturbó su desarrollo, además de que propició que las relaciones dejaran de ser cordiales. De la misma forma, ha sabido señalar la cerrazón de no aceptar a candidatos psicólogos, lo que en su tiempo ocasionó que perdiéramos la oportunidad de incorporar en nuestras filas a personas muy valiosas que fueron rechazadas por las actitudes rígidas y conservadoras del Instituto.
No es casual que me haya referido tanto a la historia de nuestra Asociación ya que Estelita es la historia de nuestra Asociación. Su historia personal, conyugal, familiar e institucional está indisolublemente ligada a los avatares, querellas, éxitos y conflictos de nuestra querida agrupación. No es posible hablar de Estelita Remus sin entender su papel fundamental, aunque, siguiendo su temperamento, siempre ha sido con un estilo sin aspavientos y prefiriendo lo que en nuestros días se denomina, un “perfil bajo”. Y digo esto sintiendo que estoy siendo un tanto injusto con Estelita ya que no pelearse no implica no tener desacuerdos con colegas o posturas rigidizadas, y no elevar la voz no quiere decir no defender con pasión y convencimiento los puntos de vista personales o doctrinarios. En otras palabras, el hecho de ser una persona decente no implica que no haya estado siempre a lo largo de toda su historia en las primeras trincheras defendiendo sus puntos de vista y a nuestra querida Asociación.
Al final del cuento, gracias a la tarea pionera y empecinada de personas como Ruth Ramírez y Estelita Remus, la Asociación pudo romper sus prejuicios machistas y abrirse a la entrada del elemento femenino como fueron Lea Goldberg, Eugenia Hoffs, Florencia Besprosvany, Amapola Gaytán, Celia Díaz de Matman, Isabel Díaz Portillo y otras. Más tarde también pudo romper sus prejuicios de clase y admitir psicólogas en la formación analítica, de las cuales la pionera fue la doctora en Psicología Yolanda Martínez, después de la cual fueron legión las psicólogas (y psicólogos) que ingresaron en las filas del psicoanálisis institucional, con lo que los socios del viejo club de Tobi tuvieron que irse adaptando paulatinamente a la idea de la heterosexualidad.
Por todo lo anterior y muchas cosas más a las que resulta imposible hacer justicia en una, por necesidad, tan breve intervención, nunca había sido tan pertinente y tan merecido un homenaje como el que hoy la Asociación Psicoanalítica Mexicana rinde a nuestra querida Estelita Remus.
Por eso te damos las gracias. Por eso expresamos nuestro eterno agradecimiento, Estelita Remus, por todo lo que has hecho por nuestra A.P.M., que tu ayudaste a fundar, por tus aportaciones al psicoanálisis de niños, por tu paciencia a la vez que firmeza durante las crisis e inevitables embrollos que hemos tenido, por tu cariño a nuestra institución; por todo ello y mucho más, Estelita, te queremos.
Juan Vives R.


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