Este pasado 27 de septiembre se celebró el homenaje a la Dra. Estela Galván Remus, una de las figuras más importantes y fundadora de nuestra Asociación. Contamos con la participación de los doctores Eduardo Dallal, Juan Vives, María Luis Rodríguez y la Mtra. Delia Hinojosa como coordinadora del evento.
En la primera parte, se presentaron trabajos alusivos a la Feminidad y el Psicoanálisis y posteriormente se dio un espacio para que el público platicara experiencias y realizara comentarios.
En la tercera parte, se tuvo un emotivo espacio para la familia, en donde se realizaron comentarios, se presentó un video con anécdotas y otro con fotografías de la doctora y su familia.
Posteriormente, la Mesa Directiva, las doctoras Ruth Axelrod, Rosa Corzo y la Mtra. Delia Hinojosa; entregaron el reconocimiento Honoris Causa a la Dra. Estela Remus.
Estela
Galván de Remus
Estela
Remus, Estela Galván de Remus, Estela Galván; son varias de las
formas de nombrar a nuestra querida pionera del psicoanálisis,
miembro fundador de la Asociación Psicoanalítica Mexicana, punta de
lanza en el estudio y tratamiento psicoanalítico de niños y muchas
más cosas que quedan perdidas entre anécdotas, recuerdos más o
menos deshilachados e historia de una vida, una pareja y una
institución. Pero lo más importante es que, para nosotros, los que
hemos sido consecuencia de aquellos aguerridos e inquietos
fundadores, ella siempre ha sido y será Estelita.
Y no es casual el cariñoso apelativo con el que nos hemos
acostumbrado a referirnos a ella a tal grado que otra forma de
nombrarla ya nos sonaría francamente distónico: Estelita contiene
un cálido diminutivo en el que están telescopiados muchos factores.
Entre otros, uno de los más importantes es que con el término
Estelita
se ha venido a significar que en ella hemos llegado a ver una suerte
de madre histórica, por no decir, mítica, de la A.P.M.
En
este acto de homenaje y tardía justicia para quien fue y sigue
siendo una figura que representa uno de los pilares de nuestra
agrupación psicoanalítica, entendemos que esta tardanza es
significativa porque son polvos de viejos lodos, de muchas de
aquellas dificultades que nuestra querida Estelita tuvo que afrontar
y vencer en una agrupación constituida casi exclusivamente por
hombres quienes, de manera curiosa, eran todos huérfanos -más o
menos tempranos- de padre. Estelita Remus, junto con Ruth Castañeda,
esposa de Santiago Ramírez, fueron como dos columnas y estructuras
continentes que ayudaron mucho a que sus hombres no se destazaran en
sus luchas por la hegemonía y el poder, por la gloria de ser los
primeros en algo o por llevarse algún título de probada notoriedad.
Pienso que ellas lograron que la Asociación se organizara como una
fratria, como un conjunto de hermanos que pactaron por el esfuerzo
común y un acuerdo tácito que impedía que alguien ostentara una
clara hegemonía, con las ventajas y desventajas que ello ha venido
significando en la historia de nuestra asociación. De la misma
forma, esto explica que, dentro de la siempre respetada columna
vertebral que significa la obra de Freud, haya existido una
convivencia de perspectivas: el enfoque kleiniano de los que se
formaron en la Argentina, la psicología del Yo de los que provenían
de los Estados Unidos y el enfoque francés de quieres se formaron en
París.
Estelita
y Ruth fueron una suerte de solución buffer
-uso la palabra utilizada por la propia Estelita- quienes tuvieron la
virtud de atenuar la virulencia de ciertas luchas, un tanto rituales,
entre aquellos machos alfa sedientos de hegemonía pero con una
pasión aún mayor y más importante por el psicoanálisis y con una
tenacidad a prueba de todo para introducir la disciplina de Freud en
México. Fueron años de esfuerzo, de lucha en contra de todas las
resistencias que opusieron a doctrinas tan revolucionarias como el
psicoanálisis, tanto las sociedades médicas, como los otrora
colegas que ya se habían constituido como analistas alrededor de
Erich Fromm, así como las resistencias de la sociedad en general.
Estelita
proviene de una familia acostumbrada a una vida de estudio y
esfuerzo. Su madre que había estudiado para partera seguramente
instiló en el alma de Estelita el germen de la asistencia en el
alumbramiento, de venerable tradición socrática, así como la
necesidad de ayudar a los demás a dar a luz sus ideas, emociones y
conflictos; también una hermana fue inoculada con el virus de ideas
parecidas pues se dedicó a la enseñanza y la poesía. El caso es
que Estelita ingresó a la Facultad de Química de la gloriosa y
nunca superada U.N.A.M. y desde sus años de estudio supo combinar la
dedicación a las probetas con el cultivo del Eros, pues ya en el
tercer año de su carrera se hizo novia de un inquieto joven que
respondía al nombre de José Remus Araico con quien pronto compartió
algo más que transportes amorosos, siendo siempre una fiel y asidua
colaboradora en diversas investigaciones tanto de Medicina,
Farmacología como en Medicina Tropical, para graduarse, finalmente,
en 1945. Luego de haber finalizado sus estudios formales, Estelita y
José Remus se fueron al servicio social médico del segundo,
instalándose en Atoyac de Álvarez, en la muy brava Costa Grande de
Guerrero, estancia que se prologó por más de tres años y de la que
regresaron con una experiencia fundamental en el ejercicio de sus
respectivas profesiones, así como con sus dos primeros hijos. En
dicha comunidad ejercieron la medicina y el laboratorio de análisis
clínicos codo con codo con el fin de ahorrar lo suficiente para irse
al extranjero y hacer su anhelada formación psicoanalítica. Al
término de esos años, y luego de descartar por diversos motivos las
posibilidades de formarse en París o en los Estados Unidos,
decidieron seguir a sus compañeros que se les habían adelantado y
se instalaron en Buenos Aires.
La
tesis con la que se recibió Estela Galván fue un estudio sobre la
Vitamina B 6. Se nota que ya desde entonces el seis era su número
cabalístico, pues también fueron seis los que, con ella, formaron
el núcleo duro del grupo de estudios que, alrededor del Dr. González
Enríquez, se dedicaban febrilmente a leer y desentrañar los pocos y
raros textos de Freud que podían hallar. González Enríquez era
quien les prestaba aquellos viejos libros de una editorial pirata -la
editorial Iztaccíhuatl- , pero que fue la primera en difundir la
obra de Sigmund Freud en México. Al primerísimo grupo de Santiago
Ramírez, Ramón Parres y José Luis González, pronto se sumarían
José Remus, Avelino González y Rafael Barajas, sexteto de
brillantes estudiosos de la neurología y la psiquiatría, grupúsculo
paridor de la idea de formar una camarilla para aprender primero e
introducir después las ideas psicoanalíticas en tierra azteca (la
inclusión de Alfredo Namnum, que se había ido a los Estados Unidos,
fue posterior). Obviamente, orbitando dicho club de Tobi, la
presencia de Estelita Galván, esposa de José Remus y Ruth
Castañeda, esposa de Santiago Ramírez, resultó de fundamental
importancia pues fueron las protectoras del fuego y del hogar, además
de que sirvieron de garantes para que las ansiedades homosexuales del
grupo no llegaran a manifestarse con demasiada brusquedad.
No
sé bien cómo, pero lo cierto es que Estelita supo combinar sus
intereses académicos con su vida de pareja y su devoción por su
familia. Quienes hemos tenido la fortuna de haber sido invitados a
alguno de los cumpleaños que la familia Remus organizara alrededor
de sus mayores, hemos constatado la cohesión de esa hermosa familia,
el amor que siempre les han dispensado y la atmósfera de cariño,
tolerancia, lealtad y capacidad de contención que priva entre ellos.
No es raro, entonces, entender el papel que Estelita ha jugado en
nuestra agrupación, una suerte de madre arquetípica, de figura
buena y comprensiva, siempre tratando de que la sangre no llegue al
río y haciendo hasta lo imposible por preservar las formas cordiales
y las soluciones posibles.
Por
otra parte, la vida psicoanalítica de Estelita no fue fácil en los
inicios del grupo formado por aquellos seis pioneros. La estructura
del primer grupo era particularmente conservadora en lo societario a
la vez que escandalosamente revolucionaria en su audaz penetración
de la aún muy gazmoña ciudadanía de la ciudad de México. El hecho
es que Estelita, habiendo sido aceptada con la amplitud de miras que
en aquel entonces tenía la Asociación Psicoanalítica Argentina
para quien Estela estaba perfectamente calificada para ingresar a la
formación analítica, y habiendo estado en análisis didáctico,
primero con Matilde Rascovsky y luego cuatro años con la legendaria
Marie Langer -la Mimi-
, y de haber supervisado con analistas tan eminentes como Racker y
Pichón-Rivière, de haberse iniciado en los secretos del
psicoanálisis de niños de la mano de Arminda -la Negra-
Aberastury, y de haber estado participando -junto con su marido y
Carlos Plata- en grupos de psicoterapia para pacientes psicóticos,
en un programa que organizó Enrique Pichón-Rivière en el Hospicio
de las Mercedes, ocurrió que a la hora del regreso aún no había
completado todos los requerimientos de su formación. De esta suerte,
por el hecho de haberle faltado un par de supervisiones cuando José
Remus decidió que era hora de regresar a México con sus compañeros
para formar el primer núcleo de lo que sería primero el Grupo de
Estudios de 1955 y luego la Asociación Psicoanalítica Mexicana, en
1957, componente ya de la IPA, por esta falta no fue aceptada
inicialmente dentro de la Asociación y fue obligada -literalmente- a
cursar Psicología, lo que hizo en la Universidad Iberoamericana y
tuvo que cumplir con sus reglamentarias supervisiones que culminaron
con Santiago Ramírez y con Avelino González. Finalmente, fue
aceptada dentro del primer grupo, llamado de los
colados,
junto con Luis Féder, Fernando Césarman, Francisco González
Pineda, Carlos Corona y alguien más. El epíteto de colados habría
de gravitar durante mucho tiempo en la historia de estos
psicoanalistas que, no hay que olvidarlo, fueron fundadores de
nuestra A.P.M. y firmantes de su acta constitutiva inaugural.
Lamentablemente,
Ruth Castañeda pronto se desligó del grupo y su nombre fue borrado
y olvidado dentro de la historia de nuestros inicios. Pero Estelita,
más constante y con una paciencia a prueba de cualquier
contingencia, persistió y ha sido un factor de primera magnitud en
la consolidación de nuestra agrupación, así como factor de
cohesión y reparación en los momentos en los que nuestra Asociación
ha enfrentado movimientos de escisión. Desde su inserción como
fundadora de la A.P.M. trabajó con ahínco y amor por la camiseta.
Estelita recuerda, de aquellos primero tiempos, que “siempre hubo
en todos, como norma básica, el cuidado de los candidatos ya
regulares que siguieron, así como el constante estudio para estar al
tanto de las nuevas corrientes de pensamiento”. (Dupont M., M.A.,
1997, p. 227), así como su lealtad a la Asociación capeando
temporales, siempre sobreponiéndose a los momentos de infortunio y
con una energía a toda prueba a favor de la A.P.M. Todos hemos sido
testigos de la actitud de Estelita durante esos enfrentamientos,
siempre traumáticos y dolorosos: ella ha sido siempre conciliadora,
ha opinado invariablemente teniendo en la mente el beneficio de
nuestra Asociación y ha destilado, siempre, un auténtico amor hacia
todos y cada uno de los retoños que salieron de aquel aguerrido
grupo inaugural.
Esto
no ha impedido que haya expresado su punto de vista crítico sobre el
funcionamiento y dinámica de nuestra agrupación y que haya
señalado, de manera pertinente y en su momento, la cerrazón y
rigideces que han impedido un mayor avance y mayor armonía. Así
opinó cuando advirtió que, con la llegada de Alfredo Namnum, el
Instituto se había rigidizado, lo que perturbó su desarrollo,
además de que propició que las relaciones dejaran de ser cordiales.
De la misma forma, ha sabido señalar la cerrazón de no aceptar a
candidatos psicólogos, lo que en su tiempo ocasionó que perdiéramos
la oportunidad de incorporar en nuestras filas a personas muy
valiosas que fueron rechazadas por las actitudes rígidas y
conservadoras del Instituto.
No
es casual que me haya referido tanto a la historia de nuestra
Asociación ya que Estelita es la historia de nuestra Asociación. Su
historia personal, conyugal, familiar e institucional está
indisolublemente ligada a los avatares, querellas, éxitos y
conflictos de nuestra querida agrupación. No es posible hablar de
Estelita Remus sin entender su papel fundamental, aunque, siguiendo
su temperamento, siempre ha sido con un estilo sin aspavientos y
prefiriendo lo que en nuestros días se denomina, un “perfil bajo”.
Y digo esto sintiendo que estoy siendo un tanto injusto con Estelita
ya que no pelearse no implica no tener desacuerdos con colegas o
posturas rigidizadas, y no elevar la voz no quiere decir no defender
con pasión y convencimiento los puntos de vista personales o
doctrinarios. En otras palabras, el hecho de ser una persona decente
no implica que no haya estado siempre a lo largo de toda su historia
en las primeras trincheras defendiendo sus puntos de vista y a
nuestra querida Asociación.
Al
final del cuento, gracias a la tarea pionera y empecinada de personas
como Ruth Ramírez y Estelita Remus, la Asociación pudo romper sus
prejuicios machistas y abrirse a la entrada del elemento femenino
como fueron Lea Goldberg, Eugenia Hoffs, Florencia Besprosvany,
Amapola Gaytán, Celia Díaz de Matman, Isabel Díaz Portillo y
otras. Más tarde también pudo romper sus prejuicios de clase y
admitir psicólogas en la formación analítica, de las cuales la
pionera fue la doctora en Psicología Yolanda Martínez, después de
la cual fueron legión las psicólogas (y psicólogos) que ingresaron
en las filas del psicoanálisis institucional, con lo que los socios
del viejo club de Tobi tuvieron que irse adaptando paulatinamente a
la idea de la heterosexualidad.
Por
todo lo anterior y muchas cosas más a las que resulta imposible
hacer justicia en una, por necesidad, tan breve intervención, nunca
había sido tan pertinente y tan merecido un homenaje como el que hoy
la Asociación Psicoanalítica Mexicana rinde a nuestra querida
Estelita Remus.
Por
eso te damos las gracias. Por eso expresamos nuestro eterno
agradecimiento, Estelita Remus, por todo lo que has hecho por nuestra
A.P.M., que tu ayudaste a fundar, por tus aportaciones al
psicoanálisis de niños, por tu paciencia a la vez que firmeza
durante las crisis e inevitables embrollos que hemos tenido, por tu
cariño a nuestra institución; por todo ello y mucho más, Estelita,
te queremos.
Juan
Vives R.
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