jueves, 28 de junio de 2012

Homenaje al Dr. Agustín Palacios





Honor a quien honor merece”, ese fue el comun denominador del sentir de los integrantes en la mesa redonda durante el emotivo homenaje al Dr. Agustín Palacios. Dicha mesa estuvo conformada por los Dres. Griselda Sánchez, José Cueli, José Luis Islas, Salvador Rocha, José Luis Salinas y Alfredo Valencia. En este espacio se recordó las cualidades de Agustín no solo como el gran psicoanalista, supervisor y maestro que fue, sino por sus grandes humanidad y sensibilidad que lo llevarón a ganarse el respeto, admiración y cariño de todos quienes lo conocían.
A continuación compartimos una semblanza en recuerdo al Dr. Agustín Palacios.


Semblanza en memoria del Dr. Agustín Palacios, quien falleció el pasado 23 de noviembre.
Angélica Ramírez Escamilla.

Lo recuerdo no solamente por sus atinadas y cálidas interpretaciones en los momentos más dolorosos de mi vida, en los duelos de mi primer hijo y mi esposo, o en las razones inconcientes de estar presente siempre en el dolor, bien con niños cancerosos o en lo difícil del trabajo con internos y delincuentes, o en lo fuerte de sus intervenciones cuando la siempre presente oscuridad del inconciente me obligaba a aceptar un cargo con niñas delincuentes y corría el peligro de dejar mi formación de terapeuta… se enojó muchísimo, y desde luego esto evitó que aceptara el puesto.
Lo recuerdo también por su sabiduría, su brillantez cuando intervino con las autoridades del gobierno del Distrito Federal con la expresión social en el Ángel de la Independencia y así menguar la creciente crisis de ese entonces, era el año de 1986.
También está presente en mi memoria su elegancia manifestada en todos sus movimientos, en su arreglo personal, en sus palabras, en su cultura o simplemente en los ceniceros de un consultorio siempre limpio y ordenado, que por cierto me recordaban mi mas temprana infancia con mi abuelo quien en su obsesión por el control de las cosas y actitud rígida resultaba tener un cenicero igual…… me sirvió para traerlo al consultorio, hablar de él, reconciliarme con él, y aprender de él lo que se le dificultaba expresar con su dureza.
También lo recuerdo por lo interesante de sus clases, su posición en la vicepresidencia de la Asociación Internacional, sus libros y su profundo conocimiento de la teoría y la técnica individual y de grupo, se sabía de memoria los textos y le tenía una gran pasión a Freud, siempre respetándolo.
Era un padre ejemplar, hablaba con gran orgullo de sus hijos, y la relación con Linda y su dulzura era no solo envidiable, sino admirable por el gran amor que se expresaban.
Pero sobretodo lo recuerdo con un gran cariño y agradecimiento por su guía en mi solitario maternaje. Volví a él después de un largo proceso grupal, por la angustia de mi temprana viudez, cuando mi hijo tenía ocho meses. El análisis y su contención lograron que la crianza de mi hijo no solo fuera fácil sino disfrutable y llena de momentos alegres, cercanos e inolvidables.
Recuerdo la risa tan efusiva de Agustín con los relatos de la locura de la suegra de una compañera de grupo, y como se diluyó la patología con lo gracioso del suceso, y consecuentemente la afección a ésta.
Viene a mi mente el amor que le tenía al psicoanálisis, el respeto a sus maestros y colegas, a quienes defendía con gran ahínco.
En la primera etapa de mi análisis, la hermandad lograda en el grupo fue y ha sido inolvidable, una experiencia que agradezco y recomiendo por la cercanía a mis compañeros y el entendimiento del sufrimiento en otro, clave para cualquier terapeuta.
En mi segunda y última etapa de análisis, ya individual, después de mi viudez y en una absoluta soledad y con un gran temor de errar como madre, pude disfrutar egoístamente de sus intervenciones atinadas, cercanas y suaves algunas, y fuertes, duras y llenas de energía otras de las que en ocasiones no entendía la razón pero que me permitieron obtener las herramientas para ejercer esta profesión tan solitaria y llena de dolor, y tan gratificante por lo que implica el ahondar en el inconciente del otro y de uno mismo….

Gracias Dr. Palacios, siempre presente en mi mente y mi corazón.

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