“Honor a quien honor merece”, ese fue el comun denominador del sentir de los integrantes en la mesa redonda durante el emotivo homenaje al Dr. Agustín Palacios. Dicha mesa estuvo conformada por los Dres. Griselda Sánchez, José Cueli, José Luis Islas, Salvador Rocha, José Luis Salinas y Alfredo Valencia. En este espacio se recordó las cualidades de Agustín no solo como el gran psicoanalista, supervisor y maestro que fue, sino por sus grandes humanidad y sensibilidad que lo llevarón a ganarse el respeto, admiración y cariño de todos quienes lo conocían.
A continuación compartimos una semblanza en recuerdo al Dr. Agustín Palacios.
Semblanza
en memoria del Dr. Agustín Palacios, quien falleció el pasado 23
de noviembre.
Angélica
Ramírez Escamilla.
Lo recuerdo no solamente por sus atinadas y cálidas interpretaciones en los momentos más dolorosos de mi vida, en los duelos de mi primer hijo y mi esposo, o en las razones inconcientes de estar presente siempre en el dolor, bien con niños cancerosos o en lo difícil del trabajo con internos y delincuentes, o en lo fuerte de sus intervenciones cuando la siempre presente oscuridad del inconciente me obligaba a aceptar un cargo con niñas delincuentes y corría el peligro de dejar mi formación de terapeuta… se enojó muchísimo, y desde luego esto evitó que aceptara el puesto.
Lo
recuerdo también por su sabiduría, su brillantez cuando intervino
con las autoridades del gobierno del Distrito Federal con la
expresión social en el Ángel de la Independencia y así menguar la
creciente crisis de ese entonces, era el año de 1986.
También
está presente en mi memoria su elegancia manifestada en todos sus
movimientos, en su arreglo personal, en sus palabras, en su cultura
o simplemente en los ceniceros de un consultorio siempre limpio y
ordenado, que por cierto me recordaban mi mas temprana infancia con
mi abuelo quien en su obsesión por el control de las cosas y actitud
rígida resultaba tener un cenicero igual…… me sirvió para
traerlo al consultorio, hablar de él, reconciliarme con él, y
aprender de él lo que se le dificultaba expresar con su dureza.
También
lo recuerdo por lo interesante de sus clases, su posición en la
vicepresidencia de la Asociación Internacional, sus libros y su
profundo conocimiento de la teoría y la técnica individual y de
grupo, se sabía de memoria los textos y le tenía una gran pasión a
Freud, siempre respetándolo.
Era un
padre ejemplar, hablaba con gran orgullo de sus hijos, y la relación
con Linda y su dulzura era no solo envidiable, sino admirable por el
gran amor que se expresaban.
Pero
sobretodo lo recuerdo con un gran cariño y agradecimiento por su
guía en mi solitario maternaje. Volví a él después de un largo
proceso grupal, por la angustia de mi temprana viudez, cuando mi hijo
tenía ocho meses. El análisis y su contención lograron que la
crianza de mi hijo no solo fuera fácil sino disfrutable y llena de
momentos alegres, cercanos e inolvidables.
Recuerdo
la risa tan efusiva de Agustín con los relatos de la locura de la
suegra de una compañera de grupo, y como se diluyó la patología
con lo gracioso del suceso, y consecuentemente la afección a ésta.
Viene a
mi mente el amor que le tenía al psicoanálisis, el respeto a sus
maestros y colegas, a quienes defendía con gran ahínco.
En la
primera etapa de mi análisis, la hermandad lograda en el grupo fue y
ha sido inolvidable, una experiencia que agradezco y recomiendo por
la cercanía a mis compañeros y el entendimiento del sufrimiento en
otro, clave para cualquier terapeuta.
En mi
segunda y última etapa de análisis, ya individual, después de mi
viudez y en una absoluta soledad y con un gran temor de errar como
madre, pude disfrutar egoístamente de sus intervenciones atinadas,
cercanas y suaves algunas, y fuertes, duras y llenas de energía
otras de las que en ocasiones no entendía la razón pero que me
permitieron obtener las herramientas para ejercer esta profesión tan
solitaria y llena de dolor, y tan gratificante por lo que implica el
ahondar en el inconciente del otro y de uno mismo….
Gracias
Dr. Palacios, siempre presente en mi mente y mi corazón.
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