domingo, 3 de marzo de 2013

Lady Dora 2012: De la tradición en el discurso, a la invención de nuevas formas de poner a gritar al cuerpo

En está ocasión y posterior a nuestro Congreso, estaremos publicando algunos de los trabajos que sus realizadores nos han compartido para ser publicados en nuestro Boletín digital. En esta ocasión presentaremos el trabajo sobre “Dora” presentado por uno de nuestros invitados, el Dr. Fernando Orduz, Psicoanalista Didacta de la Sociedad Colombia de Psicoanálisis. Su trabajo hace una excelente descripción de lo que para él son las histéricas en estos tiempos. Esperamos que lo disfruten.

Lady Dora 2012: De la tradición en el discurso, a la invención de nuevas formas de poner a gritar al cuerpo
Luis Fernando Orduz Gonzalez1
Andrea Escobar Altare2
I. Historia de la Histeria en Psicoanálisis
En la carta a Fliess del 25 de enero de 1901, Freud le comunica:
«“Sueño e histeria” quedó listo ayer, hoy ya siento la falta de algo que me aturda. Es un fragmento de análisis de una histeria, en que los esclarecimientos se agrupan en torno de dos sueños, por lo tanto en verdad, es una continuación del libro de los sueños. Además hay resoluciones de síntomas histéricos y perspectivas sobre el fundamento sexual-orgánico del todo. Es, como quiera que sea, lo más sutil que he escrito hasta ahora y horrorizará todavía más que lo usual. Como quiera que sea, uno cumple con su deber y por cierto no escribe para el día» (pág. 476).
¿Por qué Freud anuncia que su historial causará más horror que aquel que habitualmente generaron sus publicaciones? ¿Qué hay tras esta frase? ¿Quién se horrorizaría frente a la histeria?
Creo que dicho adjetivo señala algo que se sale de lo normal, que impacta a los sentidos mas allá de un umbral de percepción. Freud enuncia el mas que lo usual, señalando que algo en la histeria y en su comunicación desborda un límite.

La histeria ha tenido caracteres epidérmicos, queriendo decir con ello que es un trastorno, patología, ó estructura que tiene manifestaciones de superficie. De hecho su sintomatología opera en terrenos de la musculatura estriada y del sistema nervioso voluntario dejando la musculatura lisa y el sistema nervioso autónomo para una somatización más cercana a la estructura narcisista.
La hipótesis a desarrollar es que la histeria sigue siendo una estructura que hace manifestaciones en el soma. Hoy en día escuchamos que hay nuevas formas patológicas y fruto de esa idea oímos que hay mas patologías narcisistas. ¿Es esto así? A causa de los mecanismos que la constituyen: imitación, sugestión, identificación; el síntoma histérico hoy en día se enmascara en nuevas formas de expresión en la superficie visible del cuerpo. Tal vez existe sin que la observemos.
Para Charcot la histeria existió como espectáculo visible, pero a la que no se la podía oír: el cuerpo de ellas era presentado en un auditorio, a la mejor manera del teatro, ante un público que se mostraba expectante ante la aparición del síntoma en el cuerpo. Sorpresa para los ojos, impacto para la mirada, expresiones de exclamación por parte del auditorio. La histeria ha construido siempre escenarios de visibilidad, la hemos visto y nos hemos conmocionado con ella. Pero su espectáculo visual ha ocultado sus palabras. A la manera de Freud, ¿Deberíamos develar el espectáculo que produce hoy en día?
Es curiosa la idea que no se la pueda oír, porque como decíamos antes, al ser una patología que hace operar sus síntomas en la superficie del cuerpo, diría que la histeria grita, se evidencia.
Si Dora llegara a nuestro consultorio: ¿cómo nos hablaría de su padecer? Probablemente no hablaría a través de la dolencia de un cuerpo que se paraliza ó pierde movilidad; hoy en día la anestesia y la parálisis motora han dejado de ser las formas de expresión del cuerpo en la cultura moderna. Más bien todo lo contrario: hoy el cuerpo es hiper-estimulado e hiper-accionado; la vida moderna se ha convertido en un estimulador permanente de nuestros sentidos y en una fuerza propulsora en oposición a la quietud. Buscamos experiencias sensoriales extremas, estamos saturados de diagnóstico de hiper-kinéticos, vivimos estresados y en acción permanente. Ya no es el cuerpo inmóvil de la observación; Se trata ahora del cuerpo que actúa, que se muestra, que se evidencia ya no en la pasividad del ser mirado, sino en la actividad para ser mirado, (del cuerpo estasis al cuerpo éxtasis).
Las primeras teorías de Freud sobre la histeria se ocupaban de formular explicaciones económicas: una energía que sobrecarga al sistema y que no puede encontrar una forma de derivar psíquica, y por lo tanto busca caminos a través del soma. Un obstáculo que impide que la energía potencial se realice y por lo tanto se actúa de manera somática. El cuerpo histérico se paralizaba ó anestesiaba, fruto de una sexualidad ó una energía que se detonaba y quedaba contenida sin otra posibilidad de emerger. Parálisis y anestesias, seguramente hablaban de eso que les acontecía, de la energía que se paralizaba y dejaba potencialmente una sensación que al no poder ser acto, dejaba la marca de la insensibilidad.
Solo por traer a la memoria, Freud se basa en la Teoría de William Cullen en 1769, quien consideraba las neurosis como una irritabilidad del sistema nervioso fruto de una no posibilidad de dar salida a los fluidos neuronales. Cullen, inventor del concepto de neurosis hablaba de cargas y descargas de los cuerpos sometidos a electricidad
Intentando conservar la tradición explicativa del modelo energético de Freud, ¿Qué podemos decir de la histérica de hoy bajo el presupuesto de la hiper-kinésis y la hiper-estimulación? Una energía que no se paraliza y que encuentra múltiples caminos para expresarse. Si el cuerpo es una expresión de ello, podría pensarse entonces que el cuerpo histérico de hoy se agita, se sobre-excita en espacios de visibilidad permanente, en una versión moderna de esos teatros de Charcot de los que hablamos. Y bajo la idea de Cullen, el sistema ya no está contenido, sino permanente y continuamente desbordado.
II. Historia de una Histeria
Cuando Lady Dora ingresó por primera vez al consultorio, me quedé mirándola: se trataba de una mujer muy llamativa, vestida con una falda larga de muchos colores que me recordó a las bailarinas contemporáneas, una mochila arhuaca indígena y una diadema tejida de muchos colores. De andar pausado, pero observando todo, se movió con delicadeza hasta el sofá y, levantando las cejas. Su rostro maquillado resaltaba sus gestos y era muy cuidadosa en la forma de hablar. Estudió antropología y ha estado muy conectada con las gestiones culturales relacionadas con algunas de las poblaciones excepcionales que conviven en nuestro país: trabajos con mujer y problemáticas de género, con indígenas, con población afro-descendiente. Algo de cada una de estas comunidades encontré en su cuerpo desde el primer encuentro.
Me dijo que necesitaba con urgencia hablar, para poder sentirse tranquila: tenía una relación de pareja con un hombre indígena, dedicado al movimiento político de su comunidad, y con quien tenía una vida sexual “increíble, muy, muy, muy buena”. Para ella, una mujer blanca, que vivía sola, de un nivel socio-económico superior, constituía un triunfo poder escoger con libertad la pareja que ella quería.
Lady Dora ha tenido varios procesos terapéuticos. Inicia un primer análisis hace seis años luego de salir de un centro de atención para trastornos de alimentación en el cual escuchó que ella era una mujer histérica. Luego por motivos de viaje de su analista hace un segundo proceso. En su primer análisis descubre las teorías psicoanalíticas que relacionan la histeria con dificultades en tener una vida sexual placentera, enunciación que nunca sintió cercano a sí misma. Últimamente venía pensando ella, que aquellas teorías que le habían mencionado, no le servían: “todas esas equivalencias entre la comida y el cuerpo, ese discurso de que la sexualidad está relacionada con el cuerpo ya no me sirve (….) si yo hago el amor con mi novio delicioso, me vengo las veces que yo quiera. Y como, cuando yo quiero y como de todo, no estoy pendiente de lo que me va a engordar o no. Ya he leído suficiente sobre la histeria”. Sólo atiné a decirle: “tal vez esas teorías ya no te sirven ahora, tendremos que buscar otros caminos para entender mejor lo que sientes”.
En todo caso su cuerpo era el protagonista, adornado por las palabras: Lady Dora se había dedicado desde la niñez a intervenir su cuerpo como una manera de apropiárselo. Estas intervenciones iban, desde el cambio del largo y el color de su pelo, pasando por diferentes tipos de maquillaje, de atuendo, de adornos, con algunas perforaciones agregadas en algunas partes del rostro y expansiones en las orejas. Su cuerpo había sido el principal doliente de su historia y en forma severa: el padecimiento de trastornos de la alimentación con episodios que iban y volvían de acuerdo con su estado de ánimo. En esta época peleaba mucho con su cuerpo por considerarlo muy voluptuoso.
Ha tenido relaciones de pareja con hombres interesantes, inteligentes, a menudo cultos, que en la mayoría de los casos se encontraban por debajo de ella en cuanto sus posibilidades económicas y que finalmente ella dejaba. La mayoría han estado dedicados a labores de gestión cultural (afros, indígenas, músicos, literatos)
Proviene de un hogar conformado por una madre débil y frágil, protegida por un padre idealizado, dominante, capaz de solventar todas sus necesidades. Su padre deja a su madre por una mujer más joven hace diez años. La sombra del padre está permanentemente en las sesiones o en su vida. Mientras ella sostiene económicamente a sus parejas, su padre cubre muchos de sus gastos.
Lady Dora trae un sueño al análisis:
Yo estoy caminando por un sitio que parece una aldea, es como otro siglo. Estoy en la plaza y está muy llena de gente, hombres, mujeres y niños. Y de pronto veo encima de una tarima a una mujer muy blanca, con el pelo mono casi blanco, de ojos muy azules, y está vestida como con medias y zapatos con broche, y una camisa con adornos y cuello alto. Yo la miro, ella voltea y me mira, sonríe todo el tiempo y de repente aparece una espada con la que le cortan la cabeza. Yo veo cómo se cae la cabeza, pero no estoy nerviosa, estoy sorprendida y quiero mirar y mirar, como buscando algo. Me quedo mirando en su cuerpo el cuello, en dónde cortaron, y sólo quiero mirar que podrá haber adentro. Me quedo pensando en qué más habrá por dentro…”
¿Será que el otro siglo se refiere al siglo pasado y la aldea a su infancia?
¿Será que la mujer muy blanca, muy nívea, muy Barbie de zapatos de broche y cuello alto representa la inocencia infantil?
¿La cabeza cortada la castración?
En la línea de lo que venimos hablando, más allá de lo dicho, me parece relevante la idea de mirar adentro, una acción que buscar ir más allá de la superficie de su cuerpo. De la mirada de la superficie al volumen, de lo bidimensional a lo tridimensional, una mirada al continente oscuro.
III. Histeria en la Historia Actual.
Desde los inicios de nuestra formación como psicoanalistas venimos escuchando de manera reiterada la idea que las patologías modernas han cambiando. De las neurosis hemos virado hacia las patologías límites. No es que no creamos que las patologías pueden desaparecer de la faz de la tierra, y de hecho la presencia de las vacunas en la historia de la humanidad así lo ha demostrado como hecho.
Pero ¿Sí habrá podido operar el psicoanálisis como una vacuna sobre la mente? ¿Su teoría sobre la represión habrá podido llevar a una especie de conciencia social sobre el funcionamiento de sus defensas que haya llevado a diluir dicha enfermedad de la faz de los consultorios y de las clasificaciones políticas de la salud mental?
Es cuando queremos proponer volver a pensar la histeria, piedra estructural de nuestro quehacer analítico.
Si hay un cuerpo que ha sido atravesado por el discurso analítico, es precisamente el cuerpo de la histérica, tanto que ya hace parte del argot popular reconocer a una mujer con esta condición, incluso cuando estamos en una fiesta con amigos, caminamos por la calle ó dictamos clases en una universidad: las vemos, cómo no notarlas, y advertimos de la necesidad de cuidarse de no caer cautivados ante sus pies. Histórico es el hecho de la sugestionabilidad que reconocemos en el existir histérico, además que sus síntomas, como también lo señaló ya el psicoanálisis, varían de acuerdo con la moda y las tendencias del cosmos.
Creemos que hoy en día el cuerpo histérico se convulsiona de otra manera en los teatros que llevan el título de “Gym”, se híper-sensibiliza en los “Spa”, se dramatiza en cualquier lugar que tenga una escena: la televisión, la calle, las oficinas, los congresos. El cuerpo de la histeria de hoy grita en conciertos ó en la sala de consulta de un médico. La híper-estimulación tiene como símbolo al grito, y asociado al grito el dolor.
De alguna forma la queja dolorosa (ó el grito orgásmico) sigue asistiendo a nuestra consulta, recorre consultorios, le sigue hablando al médico quien al no escucharla, hace que la histeria de hoy busque otras alternativas, como las nuevas medicinas, el chamán, la cura medicinal-natural, el Taita y el Yagé.
Siguiendo el esquema que Cullen lega a Freud, hoy el sistema está hipersaturado de estimulación y algo de ese elemento hiperestimulado debe quedar como un sobrante que no logra ser asimilado por el sistema, una especie de resto que queda potencializado pero no actualizado y que por tanto debe buscar caminos postergados de descarga somática.
Pensando en un esquema un poco más simbólico, es como si hubiera un exceso de sobre significación, y que ese exceso o sobrante escapa a la capacidad de ser entendido, y de nuevo por esta vía del algo que ex_cede, solo logra buscar el camino de la acción corporal.
Pensando en los mecanismos de acción mental, ese excedente (energético, lingüístico) que no logra ser incorporado, se tatúa en la superficie del cuerpo, se adhiere como un resto que no logra ser asimilado, metabolizado.
Hoy la histeria sigue discurriendo por el cuerpo, pero no sólo a través del cuerpo que se duele en diversas quejas: fibromialgia, artrosis, jaquecas; sino a través de un cuerpo que se excede, que goza y se divierte (y sufre al no lograr ese ideal de cuerpo que anhela), es un cuerpo que se maquilla, se tatúa, se perfora, se peina, se atavía, se interviene pero no deviene sino que transita efímeramente por diversas facetas.
¿Pero que hay tras la superficie opaca que no permite ver el trasfondo de la superficie? ¿Habrá que tajar el cuerpo para ver qué hay en su interior?
Como diría el poeta colombiano Jaime Jaramillo:
Mi negra se aceita el codo, se pule el pelo, acicala,
Se emperimbomba, se tiñe, se sahúma, se apercala,
Se va de rumba y regresa cuando está la noche alta.
Yo no sufro por mi negra. ¡Cómo me alegra mirarla!
Mi negra camina en versos de cuatro ó cinco tonadas,
Su habla es un canto largo, con las palabras cortadas.
Mi negra es dulce por fuera. Por dentro yo no sé nada.
Por dentro mi negra tiene alguna cosa guardada.

Referencias
  • Bollas, C (1987) El Psicoanalista y la histérica. Capítulo III: Contratransferencia. En: La Sombra del objeto: psicoanálisis de los sabido no pensado. Argentina: Amorrortu
  • Freud, S (1887-1904) Sigmund Freud, Cartas a Wilhem Fliess. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Freud, S ((1901) 1905) Fragmento de Análisis de un caso de Histeria. Tomo VII. Argentina: Amorrortu.
  • Freud, S (1923) El Yo y el Ello. Tomo XIX. Argentina: Amorrortu
  • Jaramillo, J (1982) Extracto de Poesía. Cuadernos de Poesía. Colcultura.

1 Psicoanalista, Miembro Titular, Sociedad Colombiana de Psicoanálisis
2 Psicoanalista, Miembro Asociado, Sociedad Colombiana de Psicoanálisis

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