martes, 24 de abril de 2012

Investigando lo Invisible

En este número damos inicio a esta columna que tiene como objetivo presentar trabajos que hablen sobre la vivencia clínica cotidiana de los psicoanalistas. Invitamos a todos aquellos analistas que quieran presentar algún artículo sobre este tema, a que nos lo hagan llegar a difusion@apm.org.mx

En esta ocasión queremos compartir un artículo que nos envió uno de nuestros invitados a la XXIV Reunión Científica Sigmund Freud a realizarse los 11 y 12 de Mayo en Ixtapan de la Sal. El artículo sirvió como difusión de lo que es el Psicoanálisis y del porque el Psicoanálisis sería una ciencia con tanta vigencia hoy en día.

Investigando lo Invisible 1
José Carlos Calich 2

Toda vez que la humanidad se depara con algo que le es invisible, se relativizan las certidumbres. Y éste es el caso del objeto de interés del psicoanálisis, el inconsciente, lo que contribuye a la constante pregunta: "¿Por qué el psicoanálisis?"

Una respuesta simplificada podría ser: Porque necesitamos de un esquema juicioso, abarcador, con posibilidades de expandirse y con utilidad clínica (entre otras innumerables aplicaciones del modelo psicoanalítico) para pensar algo que percibimos como nuestro, pero que nos es invisible: nuestro mundo inconsciente con su compleja constitución.

Un resumen sobre la hipótesis central contemporánea respecto al inconsciente podría formularse en los términos a continuación: para hacernos humanos, utilizamos elementos biológicos, culturales, nuestra aprehensión de la realidad y nuestra historia personal para crear una red invisible de elementos que hacen que nuestras experiencias emocionales tengan significado para nosotros. Ello instrumenta nuestra función de sujetos reflexivos y permite que tengamos intimidad e individualidad, con nuestras vivencias particulares contrastando e interactuando con las experiencias externas, generales y universales. Estos significados motivan y dan vitalidad a nuestras percepciones y sentimientos, a una parte importante de nuestro comportamiento y a nuestras relaciones con nosotros mismos y con los demás. Los enredos y nudos de esta inmensa red, al no ser convenientemente interrelacionados, causan a nosotros y a los otros sufrimientos, pudiendo conducirnos a síntomas y algunas enfermedades.

¿Cómo investigamos algo que es invisible?

La humanidad siempre tuvo que hacer frente a lo que le es invisible y estuvo continuamente ocupada con su investigación, eso es parte de nuestra naturaleza.

Miramos al mundo y a nosotros mismos con la curiosidad necesaria para imaginarnos ¿para qué sirve?, ¿qué hay adentro?, ¿cómo se hace? o ¿qué podemos hacer con ello?. Para ejercer esa capacidad, debemos soportar saber que no conocemos. Si no soportamos, diremos de varios modos 'no me interesa', '¿para qué saber eso?', o 'eso es igual a lo que ya conocemos', arrojando a la basura la curiosidad.

Cuando soportamos la incertidumbre, podemos imaginar, intuir y, por ahí, comenzar nuestro contacto con lo invisible, con lo desconocido. Construimos un esquema mental de como concebimos imaginariamente qué puede ser aquello, y vamos evaluando la utilidad de nuestra suposición.

Como ejemplo, tomemos algunos modelos construidos sobre el sistema solar: En tiempos milenarios, los egipcios imaginaban que la tierra fuera plana, apoyada sobre inmensos pilares. Los hindúes creían también en un plano, pero apoyado en enormes elefantes, que, a su vez, se apoyaban sobre el casco de una gigantesca tortuga que estaría sobre una descomunal serpiente. Cualquier movimiento de esos animales provocaría terremotos, y quien llegara al fin del plano, se caería. Mientras los buques no iban lejos y no había cómo percibir las innumerables implicaciones de estas teorías, se imaginaba a "lo invisible" utilizando "lo visible", "lo conocido", y esos esquemas tuvieron su utilidad. En el momento en que los buques fueron más lejos, desapareciendo progresivamente y volviendo al horizonte, al mismo tiempo que se hicieron nuevas observaciones sobre volcanes y terremotos, de la relación de la tierra con el sol y con otros planetas, los esquemas no tuvieron más el mismo uso. Alguien percibió que deberían existir curvaturas y se imaginó que el sol y los planetas giraban alrededor de la tierra. Conocimiento tras conocimiento, esquema tras esquema, con idas, vueltas y saltos, llegamos a una esfera, aplastada en los polos, parte de un sistema solar, que a su vez es parte de una galaxia. Pero surgieron innumerables nuevos planteamientos.

Aunque como esquema la noción de "plano" pudiera ser "útil" para distancias muy cortas, como explicación del campo gravitacional, de los sísmos o de los sistemas solares, los pilares, elefantes, tortugas y serpientes vieron su poder de predecir y explicar enormemente reducido.

La persistencia de las cuestiones de cómo la tierra se sostiene en el aire, cómo mantiene la relación fija con el sol, con otros planetas y estrellas, llevó a nuevas investigaciones, nuevas imaginaciones, nuevos esquemas, conocimientos que se fueron sumando. En el momento en que la humanidad estaba culturalmente preparada, se consolidaron las hipótesis que teorizaban sobre la fuerza de la gravedad y sobre la órbita de la tierra alrededor del sol, que pudieran ser extremamente útiles para nuestros avances tecnológicos. Sin embargo, la primera, tomándola como ejemplo, debió ser considerada incompleta, cuando nuevas especulaciones y nuevas variables llevaron a la concepción de la teoría de la relatividad, que también comienza a ser considerada incompleta, y así seguimos.

La conclusión es que, temporalmente útiles, nuestros esquemas, en todas las áreas del conocimiento, están siempre en evaluación y siendo completados o sustituidos. Y, para los investigadores, aquellos que se ocupan con la validación de los modelos, es fundamental poder entender cuál es el alcance de determinado esquema, cuál es su utilidad y cuáles son los límites de su proposición.

 ¿Y el psicoanálisis?

El psicoanálisis surgió en el momento en que el espíritu cultural de la humanidad estaba, de cierto modo, preparado para pensar en las transformaciones que tendrían lugar en nuestro psiquismo y que nos ponían como sujetos individuales, con subjetividad, paradojas e incertidumbres. Los primeros modelos fueron siendo sucesivamente completados o sustituidos por otros, y de esos movimientos surgieron las dichas escuelas del psicoanálisis.
¿Por qué una escuela no sustituye, entonces, la anterior?

Por motivos diversos. Además de manejar con lo invisible, el psicoanálisis maneja con lo inmaterial en interacciones que abarcan innumerables variables, la mayoría de ellas también invisibles e inmateriales. Aunque su objeto sea basado, en parte, en el corporal, que es material, es también en el cultural-ambiental y estos son transformados en un otro tipo de elemento, inmaterial, nuestros elementos psíquicos. Por tener esas características, incluso sus dimensiones son difíciles de imaginar, y varios esquemas vienen siendo pensados, desde la primera gran investigación, realizada por Freud. Los varios esquemas tienen utilidades distintas, poderes de explicar y predecir distintos, por lo tanto, niveles de alcance distintos, pero muy difíciles de ser dimensionados y mensurados. Además, implican cuestiones de políticas institucionales, vanidades personales, mercado de trabajo, como en todas las otras áreas del conocimiento.

¿Los modelos psicoanalíticos no podrían ser más simples?

El nivel de abstracción de estos esquemas es semejante o incluso mayor que los utilizados, por ejemplo, para la física cuántica o para las teorías sobre la lógica de los sistemas formales inconsistentes, lo que quiere decir que, en tanto que esquemas, serán necesariamente muy complejos.

Eventualmente, hablar sobre sus aplicaciones, cómo usar la teoría psicoanalítica para entender una película o una obra de arte o incluso un caso clínico, puede parecer más simple, porque siendo una teoría que abarca la intimidad humana, localizamos o no nuestros sentimientos en aquello que está siendo expuesto, al mismo tiempo que conformamos o rechazamos las hipótesis que todos tenemos, con más o menos conciencia, sobre éste o aquél funcionamiento mental.

También por eso, aunque sus esquemas tengan ese elevado nivel de abstracción, los conceptos psicoanalíticos, por rozar nuestros esquemas individuales y culturales, son fácilmente banalizados. Es común imaginarse que es simple saber qué es el yo, el inconsciente, el complejo de Edipo, los mecanismos de defensa o prácticamente todos los otros conceptos. Cuando hay definiciones psicoanalíticas de 'pasión', 'rabia' o 'sexo', eso queda todavía más intenso. Es también mucho común escuchar posiciones "en contra" o "a favor" del psicoanálisis, sus conceptos y métodos. Eso no representa que esas opiniones, concepciones o convicciones, coherentes con la vivencia emocional individual o cultural, tengan las características de un modelo que tenga en cuenta lo que ya se pensó sobre psicoanálisis o sobre el inconsciente, que pueda continuar expandiendo sus capacidades frente a los nuevos hallazgos o que tenga utilidad y coherencia para las innumerables aplicaciones que el psicoanálisis tiene como modelo de tratamiento (individual, familiar, grupal, psicoterapias de orientación psicoanalítica) o servido como referencia a otras áreas del conocimiento, como por ejemplo, la educación, la historia, o la sociología.

¿Y la investigación y el desarrollo en otras áreas como las neurociencias, la psicofarmacología y otros métodos de tratamiento no basados en el modelo psicoanalítico?

El psicoanálisis siempre estuvo en contacto con los desarrollos del pensamiento humano. En sus modelos, aprovechó avances de la teoría de la evolución, de la neurofisiología, de la fisiología, de la lingüística, de la física cuántica, del pensamiento religioso, para mencionar algunos. El llamado "aislamiento" del psicoanálisis fue mucho más en el sentido de haber permanecido alejado de los medios académicos y de las líneas formales de investigación y, por lo tanto, con menor posibilidad de utilizarse, entenderse o situarse sociopolíticamente, que en el sentido contrario, de no utilizar nuevos conocimientos. Un ejemplo es lo que pasa con la comprensión de la violencia actual, del fanatismo, de las nuevas estructuras familiares e incluso de las dichas patologías actuales, como la bulimia, la anorexia, las enfermedades psicosomáticas, la fatiga crónica o incluso la "depresión", que se convirtió en un diagnóstico "epidémico". El psicoanálisis viene siendo poco utilizado e incluso subaprovechado en la comprensión de esos fenómenos.

Como ha pasado siempre, los avances de otras áreas deberán completar los modelos psicoanalíticos existentes. El cuidado, nuevamente, deberá seguir siendo con las dimensiones y el alcance del modelo. Las nuevas informaciones, para ser útiles, deben tener posibilidad de ampliar las capacidades del modelo, y no de reducirlas. Volver a pensar que el ser humano es el resultado solamente de la biología, por ejemplo, es retroceder más de un siglo de avances en el conocimiento sobre la humanidad y reducir el modelo al que ya era concebido en fines del siglo XIX. Eso no quiere decir que no se pueda redimensionar el modelo y ampliar o comprender mejor las influencias de la biología, de la cultura, de los traumas reales, de un inconsciente colectivo o de otros elementos que siquiera conocemos.

¿Y la aceptación del modelo psicoanalítico en nuestro momento cultural actual?

El psicoanálisis tiene, intrínsecamente, una necesaria extrañeza con la cultura, porque no se basa en el "buen juicio" o en el "sentido común". Representa un conocimiento individual de límites, capacidades, aspectos negados, ocultos, paradojas e incertidumbres. Representa un trabajo psíquico, y una calidad de cambio que, a su vez, por su naturaleza, implica tiempo y un tipo de dolor que muchas veces tendemos a evitar.

Nuestra cultura actual tiende a algo que es lo opuesto de eso. No queremos límites, no queremos dolores, aun las del crecimiento. Estamos cada vez más implicados con la imagen, con lo real y con lo hiperreal. Queremos respuestas en velocidades mucho superiores a las humanas y tenemos el deseo secreto que nuestras actitudes psíquicas no tengan consecuencias, manteniéndonos en un estado de placer total. Pretendemos que todo sea conocido e igual, ocultando bajo conceptos útiles como, por ejemplo, el de "diversidad", diferencias que son negadas y pretensamente abolidas. Aunque sepamos de la subjetividad y complejidad del mundo, exigimos que él sea objetivo y simple. En este mundo, puede no haber espacio para el psicoanálisis, pero quizá ésta sea la menor preocupación. El riesgo es que, sin las necesarias e invisibles transformaciones simbólicas, inmateriales, "el ojo, ventana del alma", de da Vinci, se convierta en una ventana obstruida, sólo capaz de mirar afuera, en un "admirable mundo nuevo", de sustancias químicas y estímulos interminables que sustituyan los sentimientos y poesía humanos, donde el individualismo sustituya la individualidad, la violencia y los roles sociales, cualesquiera tipos de relaciones humanas. La forma perfecta en un cuerpo privado de su alma.

Además, es importante subrayar que la cultura de una época puede tener un rol decisivo en la absorción de modelos. Aunque un esquema sea consistente, coherente, pasible de expansión y útil, podrá no ser aceptado y mantenerse al margen del cuerpo principal del conocimiento. Eso pasó, por ejemplo, con la noción de átomo y con la idea de que la tierra giraba alrededor del sol y no al revés que, como esquemas, llevaron muchos siglos para ser absorbidos.

¿Cómo tener la certidumbre de lo que es invisible e inmaterial?

Probablemente no tendremos. Podremos, cada vez más, perfeccionar los modelos y aprender a conocer variables que reflejen sus complejidades y su esencia en las aplicaciones clínicas.

Si soportamos esas incertidumbres, seguiremos imaginando.

Dr. José Carlos Calich
 jccalich@gmail.com


1 Este material sirvió para divulgación, a público no psicoanalista, del Simposio de la Sociedad Psicoanalítica de Porto Alegre, Rio Grande do Sul, Brasil, sobre la Investigación en Psicoanálisis, que tuvo lugar de 3 a 5 de junio de 2004.
2 Sociedad Psicoanalítica de Porto Alegre - SPPA

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